Apenas un centenar y medio de poemas han bastado para situar a Konstantino Kavafis, de cuyo nacimiento celebramos hoy el 150 aniversario, en el Parnaso de los grandes autores de la Literatura Univeral.
No deja de ser curioso que el poemario que recopilaba su obra completa fuese publicado, después de muerto su autor, en el orden que él mismo dispuso y respetando su voluntad de dejar fuera muchos de los pocos poemas que había visto publicados en vida.
En tiempos en que los creadores se encuentran de nuevo en el atolladero de las reformas legislativas, vale la pena recordar que el poeta alejandrino nunca pudo vivir de su arte: como tantos otros, Kavafis tuvo que asegurarse su independencia material aceptando un trabajo como burócrata en el Ministerio de Riegos. Para la cultura del «todo gratis» que algunos quieren imponer a costa del esfuerzo ajeno, testimonios como el suyo son una dolorosa regla general que invita a reflexionar sobre las recompensas de una vida entregada a la creación.
En este mes de abril se cumplen, además, ochenta años desde el fallecimiento de Kavafis, lo que determina el paso al dominio público en España de los derechos de explotación sobre sus obras. Rescato para la ocasión estos versos que pueden ser interpretados, al gusto de cada cual, en clave artística o de actualidad política:
«Para asegurar mi ardua existencia/no ingresaré muchas letras de cambio/en el Banco del Futuro./
Dudo tener nunca un gran capital./Y comienzo a temer que en la primera crisis/repentinamente se cancelen los pagos».