Pocos
compositores en la historia de la música han desatado tantas filias y fobias
como Richard Wagner, de cuyo nacimiento celebramos hoy el 200 aniversario.
Pocos ha habido también que hayan sido tan conscientes de sus derechos de autor
y cuyo pensamiento sintonice de forma tan curiosa con los problemas del entorno
actual.
compositores en la historia de la música han desatado tantas filias y fobias
como Richard Wagner, de cuyo nacimiento celebramos hoy el 200 aniversario.
Pocos ha habido también que hayan sido tan conscientes de sus derechos de autor
y cuyo pensamiento sintonice de forma tan curiosa con los problemas del entorno
actual.
Una de las
obsesiones del genio alemán, a la que dedicó una parte nada despreciable de su
obra escrita, fue preservar la integridad de sus partituras frente a los
atentados que habitualmente cometían orquestas y directores en su
interpretación. El respeto al pentagrama y a lo expresado por el músico es
tarea especialmente comprometida en un medio en el que la ejecución tiende a
tomarse tantas licencias que a veces cuesta reconocer la obra original. Pero
recordemos que en los tiempos de Wagner el derecho a la integridad, al modo en
que lo consagraría el Convenio de Berna de 1886, no era conocido todavía.
obsesiones del genio alemán, a la que dedicó una parte nada despreciable de su
obra escrita, fue preservar la integridad de sus partituras frente a los
atentados que habitualmente cometían orquestas y directores en su
interpretación. El respeto al pentagrama y a lo expresado por el músico es
tarea especialmente comprometida en un medio en el que la ejecución tiende a
tomarse tantas licencias que a veces cuesta reconocer la obra original. Pero
recordemos que en los tiempos de Wagner el derecho a la integridad, al modo en
que lo consagraría el Convenio de Berna de 1886, no era conocido todavía.
Los desvelos de
Wagner por garantizar la fidelidad a la obra le llevaron a crear su propio
festival de teatro en Bayreuth, localidad que se ha convertido en lugar de
peregrinaje anual de los partidarios del culto al autor de Tristán e Isolda.
Loable propósito el suyo, pero difícil de mantener. En la primera generación de
sucesores, con su hijo Siegfried a la cabeza, ya se despertaron no pocas
suspicacias. Claude Debussy, contemporáneo suyo, ironizaba al respecto:
«Es propio de un hijo respetuoso el consagrarse a continuar lo que
inició su padre; lo que pasa es que, en este caso, no se trata de la herencia
de una mercería».
Wagner por garantizar la fidelidad a la obra le llevaron a crear su propio
festival de teatro en Bayreuth, localidad que se ha convertido en lugar de
peregrinaje anual de los partidarios del culto al autor de Tristán e Isolda.
Loable propósito el suyo, pero difícil de mantener. En la primera generación de
sucesores, con su hijo Siegfried a la cabeza, ya se despertaron no pocas
suspicacias. Claude Debussy, contemporáneo suyo, ironizaba al respecto:
«Es propio de un hijo respetuoso el consagrarse a continuar lo que
inició su padre; lo que pasa es que, en este caso, no se trata de la herencia
de una mercería».
No todos
recuerdan, empero, que Wagner arremetió contra el arte de su tiempo al que
describió con palabras que parecen escritas ayer mismo: «Su verdadera
naturaleza es la industria, su meta moral el lucro económico, su pretexto
estético, el entretenimiento de los que se aburren». Y añadía: «La
obra de arte del porvenir debe contener el espíritu de la humanidad libre por
encima y más allá de todas las barreras de las nacionalidades: en ella el ser
nacional puede ser sólo un adorno, un atractivo de la diversidad nacional, no
una barrera represiva».
recuerdan, empero, que Wagner arremetió contra el arte de su tiempo al que
describió con palabras que parecen escritas ayer mismo: «Su verdadera
naturaleza es la industria, su meta moral el lucro económico, su pretexto
estético, el entretenimiento de los que se aburren». Y añadía: «La
obra de arte del porvenir debe contener el espíritu de la humanidad libre por
encima y más allá de todas las barreras de las nacionalidades: en ella el ser
nacional puede ser sólo un adorno, un atractivo de la diversidad nacional, no
una barrera represiva».
De un lado parece
que Wagner se anticipa al fenómeno actual de Internet y de la consabida
globalización. Pero de otro cabría preguntarse si es posible concebir todavía,
en el universo actual de la cultura
bloguera y twittera, obras artísticas de una ambición tan titánica como El
anillo del nibelungo. Y entonando la correlativa autocrítica, habría que
preguntarse también si un simple post puede hacer justicia a tamaño
gigante de la cultura universal.
que Wagner se anticipa al fenómeno actual de Internet y de la consabida
globalización. Pero de otro cabría preguntarse si es posible concebir todavía,
en el universo actual de la cultura
bloguera y twittera, obras artísticas de una ambición tan titánica como El
anillo del nibelungo. Y entonando la correlativa autocrítica, habría que
preguntarse también si un simple post puede hacer justicia a tamaño
gigante de la cultura universal.
Sirva al menos
esta nota para invitar a la escucha de la overtura de Parsifal en alguna
de las grabaciones de knappertsbusch, aún a riesgo de resultar algo pedante,
o para recomendar la búsqueda en Youtube de alguna interpretación digna (y
lícita) del coro de los peregrinos de la ópera Tannhaüser.
esta nota para invitar a la escucha de la overtura de Parsifal en alguna
de las grabaciones de knappertsbusch, aún a riesgo de resultar algo pedante,
o para recomendar la búsqueda en Youtube de alguna interpretación digna (y
lícita) del coro de los peregrinos de la ópera Tannhaüser.